Carla es una joven emprendedora, distinta a todas las chicas de su pueblo. Inquieta y decidida, sueña con construirse un futuro como fotógrafa profesional. Pero la oportunidad que se le presenta no es lo que había imaginado: fotografiar a los famosos, en las situaciones más comprometidas.
Sus genes y su contexto le indican serenidad y acostumbrarse a lo que ya es, a lo que ya está predestinado para ella. Pero Carla es desobediente con el destino… sino ¿qué sentido tiene ser igual a los demás?
En su pueblo es considerada una chica más del montón, pero fuera de él hace uso y abuso de su belleza exótica. Siempre tuvo muchas inquietudes, y por eso alcanzó su techo muy rápido en el pequeño pueblo donde nació y se crió. Carla es hija de madre soltera, pero tiene una familia (su madre se casó con otro hombre y tuvieron dos hijos más). Desde el comienzo de la secundaria, ella supo que, al terminar el colegio, se escaparía a la gran ciudad.
Desde muy temprana edad, Carla desarrolló un talento: mirar. Siempre se ubicó en lugar de observadora y, como tal, pudo desgranar actitudes y voluntades de los demás. Pero no sería una observadora de su propia vida. Eso lo tenía muy claro. Con el dinero que recibió para su cumpleaños de 15, se compró su primera cámara de fotos. Y comenzó a enloquecer a todas sus amigas y a sus compañeros de escuela. Pronto entendió que una cámara de fotos podía ser su pasaporte a la vida adulta: una forma de ganarse el futuro.
Pero terminada la secundaria, la fotografía no le servía para nada en su medio ambiente. En su pueblo no hay turismo, la gente no festeja ningún aniversario y la desidia forma parte del estilo de vida. Su madre se preocupa seriamente: “¿Dónde quieres llegar con la fotografía?”. Carla quiere llegar muy lejos. Sueña y sabe que su sueño con esfuerzo puede ser una realidad satisfactoria.
Tiene el novio que todas sus amigas querrían tener: Diego, un chico de buenos sentimientos y un futuro relativamente seguro, sin sobresaltos. Se relaciona con un par de amigas fieles a las que quiere arrancar del pueblo, y a las que rápidamente extrañará cuando ya no esté transitando sus calles.
La posibilidad de alejarse del pueblo es compleja. Carla se siente mal, ya que parece ser la única persona en toda la comarca a la que le sucede esto. Sin embargo, no es una extraña: sabe por las revistas, y por la televisión, que lo mismo le pasó a muchos que hoy triunfan lejos de sus tierras.
Una noche, Diego pronuncia las palabras que harán que Carla tome la decisión final. Ella no puede dormir: la inquietud la sofoca y el entorno la supera. La madre cree que Diego es “lo mejor que hay dando vueltas”. Y sus amigas también le aconsejan que no pierda tiempo:Diego será dueño algún día del negocio de su padre y con él no le faltará nada… pero Carla cree que sí le faltarán cosas: aventura, adrenalina y una profunda curiosidad por internarse en lo desconocido.
¿Cómo saber que la felicidad no está en otra parte? ¿Puede estar realmente enamorada de este chico como para hipotecar su vida a los 20 años ? ¿No es tiempo ya de dejarlo y aventurarse a lo nuevo?